13 de marzo de 2009

Sin distinción

La primera luna llena de marzo marca el inicio de la festividad. Unas pequeñas hogueras iluminan los estrechos callejones que conforman el laberíntico entramado de las calles de Delhi. Las esquinas vomitan canciones, los taxistas se sumerjen en un continuo torrente de turistas, buscavidas y algún que otro despistado viandante mientras esquivan el mutilado pavimento que recubre los pasos de los viajeros. No hay cabida para la calma. Las bocinas imponen su ritmo, al compás de la vorágine de una ciudad que transpira pobreza y dispares escalafones sociales, tras secuestrar los escasos semáforos que adornan el caótico cableado que devoran los edificios en estado comatoso que tiñen con atmósfera, casi espectral, los ecos, no tan lejanos, de un pasado colonial.
Nadie está a salvo del ejército de niños que espera con las manos pintadas recubrir los rostros con los colores sagrados. El Holy (Hindi), o Phagwa (Bhojpuri), también conocido como el festival de los colores, es un popular festival de primavera celebrado en la India, Guyana, y Nepal que une a todo el pueblo hindú, demoliendo por unas horas, el anquilosado e inamovible sistema de castas.
La celebración del Holy simboliza el triunfo del bien sobre el mal. La cosmogonía hindú narra la historia del rey Hiranyakashipu. Éste, quería vengar la muerte de su hermano demonio menor tras haber sido asesinado por Vishnu. El rey demonio, tenía un hijo muy joven, Prahalad pero estaba enojado con él por ser un ferviente devoto de Vishnu. Fue entonces cuando el rey demonio le pidió el favor a la hermana de Prahalad, Holika, para vengarse. Éste fue quemado en una pira encendida por la propia Holika. Sin embargo, Prahalad salió ileso del fuego gracias a la bondad de Vishnu y Holika fue quemada entre las cenizas.
Sólo un pueblo de toda la India no lo celebra: los habitantes de Durgapur, en el estado norteño de Jharkhand, ya que están convencidos de que si lo hacen los castigará una hambruna. Tras la quema simbólica de la mujer-demonio Holika con grandes hogueras que alimentan los destartalados callejones engalanados con imágenes sagradas, los hindúes pasan el día lanzándose polvo y agua coloreada para desterrar los males que la primavera arrastra así como para olvidar antiguas redencillas.
La colorida fiesta tiene sus raíces en las celebraciones promovidas por el dios Krishna, el primero al que las castas bajas pudieron rezar gracias al hecho de que nació en una familia de la casta lechera. Encarnado en un príncipe que se ganaba los corazones de todos con sus travesuras amables, Krishna ideó esta costumbre para eliminar las distinciones sociales y la aprovechó para coquetear sin reparo con todas las chicas del pueblo.

Acabada la celebración, un río destilado de colores marchitos vuelve a sumergir a una sociedad, anquilosada por una férrea estructura clasista, en el cíclico naufragio que les devora. No obstante, la memoria colectiva, durante unas horas, atesoró una atalaya de resistencia con la que iluminar las laberínticas historias que conforman la India.

1 comentario:

ESPACIO CERO dijo...

Seguiré tu andar y espero que tus ojos sean mis ojos para disfrutar y compartir con tus relatos, la grata sensación de conocer nuevas lunas.

Desde el sur deColombia
Maria Gines