25 de julio de 2012

Hombres de acero


Unas manos agrietadas intentan moldear un hierro al rojo vivo en el interior de una fábrica de fundición en el corazón de la ciudad portuaria de Karachi. Apenas se puede respirar; la temperatura alcanza cuotas insospechadas que hacen que cualquier leve descuido, por mínimo que sea, pueda resultar  mortal.
Sahid empezó a trabajar en esta fábrica hace tres años. Él es uno de los ciento cincuenta operarios del acero que trabajan por turnos. Todos los días se levanta a las cinco de la mañana para venir a esta fábrica donde sus largas jornadas de trabajo se prolongan hasta los últimos rayos de luz.
Durante una de las obligadas pausas confiesa: “vine huyendo de la inestabilidad que sacudía la convulsa provincia de Khyber Pakhtunkhwa”, y después añade: “pese a que en lo últimos años Karachi se ha convertido en una ciudad peligrosa debido a la violencia sectaria y étnica, aquí puedo ganar suficiente dinero y enviárselo a mi familia”.
Debido a las altas temperaturas y a los riesgos que conlleva la manipulación de los hierros, los trabajadores tienen que hacer pausas cada hora. 
Las normas son claras, y a pesar de que apenas cuentan con equipos de protección adecuados,  los horarios parecen ser cumplidos con una extraña obediencia castrense.   
Guantes roídos y polvorientos, gafas antiguas y muchos trapos envuelven las botas que sustituyen a los tradicionales y técnicos monos de trabajo. La indumentaria recuerda el escenario post apocalíptico que George Miller retrató en su distopía futurista Mad Max. Aunque aquí el enemigo es el calor y las escasas medidas de seguridad.
Durante las horas muertas, los trabajadores buscan cualquier rincón para poder descansar. Esquinas, un cuarto abrigado por camas envueltas en mantas que sirve también de cocina temporal y rincones en donde la luz entra tímidamente. 
Durante la jornada de trabajo, estos rincones se convierten en las casas temporales de los operarios. 
A las duras condiciones laborales, los trabajadores tienen que hacer frente a la crisis de energía que sacude el país. La falta de gas y energía está ocasionando pérdidas millonarias en la industria de Pakistán. En el mejor de los casos, la producción se para durante horas , en el peor, las fábricas tienen que cerrar por días.
Bujarib Sahid lleva toda su vida trabajando en esta fábrica. Como si de una tradición familiar se tratase, todos los miembros de su familia han trabajado en el sector de la fundición. 
Cansado de los cortes de energía, Bujarib expresa su malestar: “muchas veces tenemos que parar la producción. No hay gas, no hay electricidad.. Y el problema continua cuando llegamos a nuestras casas. No me puedo permitir tener un generador”
Pakistán tiene que hacer frente a una crisis de energía sin precedentes.  Los trabajadores observan impávidos cómo la mala gestión del gobierno está afectando a la industria paquistaní que empieza a generar pérdidas millonarias. 
Los trabajadores, con resignación y altas dosis de estoicismo continúan intentando levantar una industria marcada por un obsoleto sistema y la escasez de recursos energéticos.

21 de mayo de 2012

El poder de la nariz roja

LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS
Unos enormes zapatos de charol, de color rojo y verde, esperan alumbrados por un tímido rayo de luz que entra en el salón de actos. Los preparativos están listos. “Denguito” (Albert Grau) con su humor; “Peshosho” (Moi Queralt) con su talento musical; “Birutilla” (Christian Olivé) con sus malabares y “Fufur” (Oriol Liñan) con sus trucos de magia.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
El poder de la nariz roja ha llegado a Líbano de la mano de la ONG catalana “Payasos sin Fronteras” para devolver la candidez, la ilusión y la sonrisa a miles de niños que viven la exclusión social, el trauma de la guerra y las difíciles condiciones en los campamentos de refugiados.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
Winston Churchill decía que la primera víctima en la guerra es la verdad. Pero el camino nos recuerda que en una guerra, la primera víctima son los civiles. Las madres que pierden a sus hijos, sus maridos, las infancias robadas, el desamparo del saber que no existe futuro ni presente, el vacío de la pérdida, lo ido…El conflicto es sólo la punta del iceberg. Las cicatrices invisibles de la guerra se arrastran y dilatan en el tiempo.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
“No se puede abandonar a los refugiados. Hay que venir, reír con ellos y contar lo que vivimos. Vine por el compromiso que siento y porque la risa es un bien necesario al que todos tenemos derecho”, explica Denguito, el responsable de la expedición de Payasos sin Fronteras en el Líbano y añade: “regresar a el Líbano es revivir el dolor y la injusticia, su esencia de lucha y resistencia, el valor de la dignidad como pueblo: la necesidad de creer en los sueños imposibles”.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA

Durante 20 días, el equipo de la nariz roja recorre las venas abiertas del país de los cedros con la ayuda del fotógrafo afincado en Beirut, David Xavier Guerrero, que durante estos días conduce y coordina las actuaciones. Las distancias se acotan subidos en una furgoneta, mientras el paisaje nos regala pequeñas pinceladas de lo que una vez fue llamada los “Alpes libaneses”.
 LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA

Dar para recibir. La expedición de Payasos sin Fronteras en el Líbano busca dar apoyo emocional a la infancia desplazada de Palestina, Irak, y Siria a través de dinámicas de relación junto con las artes escénicas., ya que “ los niños son la población más vulnerable.

LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
Son víctimas que sufren el legado de la Naqba y arrastran una herencia marcada por los estragos de la guerra”, explica Samuel Rodriguez, coordinador y fotógrafo comprometido de Payasos sin Fronteras desde una conversación vía Skype. Por un momento los destinos se cruzan, sin importar la distancia. Durante unas semanas, Samuel ha estado participando en la expedición a Túnez.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
Unos ágiles dedos se deslizan por los agujeros de la trompeta mientras los labios soplan el metal. El sonido de la trompeta da paso al resto de los payasos que, con andares desgarbados, caminan hacia el centro del improvisado escenario, un campo de fútbol que alberga a centenares de personas mientras tocan al unísono la guitarra y los timbales.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
Nadie se quiere perder la actuación. Los vecinos usan las azoteas de las casas como púlpitos temporales rodeados por frágiles escaleras mientras el resto les envuelve en un emotivo círculo. El público infantil se muestra nervioso… todos quieren jugar con los instrumentos y ver a los payasos.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
Los que han llegado tarde trepan y se asoman sobre los hombros de sus madres para poder ver el espectáculo. Se ha creado la magia que envuelve a un particular público de niños. El poder de la sonrisa hace olvidar por unos momentos la herencia que ha dejado tras de sí, la guerra.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA

La UNRWA data de 455,000 desplazados palestinos en Líbano y denuncia la precaria situación en la que viven. Ciudadanos de tercera, los refugiados palestinos tienen vetado el acceso a muchos trabajos así como el acceso a la ciudadanía, hecho que acota mucho sus derechos. Otra población fuertemente marcada por la guerra es la iraquí.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
ACNUR contabiliza a 50.000 refugiados iraquís en Líbano. Al finalizar la actuación nadie quiere perderse conocer a los payasos. Las preguntas se suceden. El ir y venir de cámaras da paso a la eterna pregunta. Barça o Madrid? Los payasos levantan la vista al cielo… Christian, el virtuoso musical deja por un momento la guitarra y no se lo piensa dos veces y pregunta. “pásame el balón, vamos a jugar un poco”.

LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRADurante 20 días, el poder de la nariz roja ha difundido la sonrisa y el poder del sí a lo largo y ancho del país. Veinte días de esfuerzo y duro trabajo. La belleza humana que desprenden los payasos ha contagiado los testimonios olvidados de la sin razón de la guerra.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
Pero por un momento son recordados, queridos y admirados. Las despedidas reflejan los lazos creados.

LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
Debido al rítmo frenético de los payasos a veces se hace difícil poder encontrar un momento de calma. Las distancias y las numerosas actuaciones obligan al grupo a un constante movimiento, marcado por el poder de la nariz roja.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA

El cansancio acumulado no se puede ocultar. Las habitaciones del hotel se convierten en placenteros habitáculos donde poder reponer fuerzas y repasar lo vivido. Las risas, situaciones o los errores.

LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
El cúmulo de experiencias y contrastes no les dejan indiferentes. Líbano es como un charco de agua en movimiento que refleja una sociedad marcada por la herencia de la guerra, la amalgama de religiones y los extremos contrastes que se repiten en cada esquina.

LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
Amanece en el Valle de Chouf mientras el despertador recuerda las últimas horas de la expedición. El desayuno recoge las primeras pinceladas de lo que será el día entre cafés, tés, libros y legañas. Por unas horas, la amabilidad y hospitalidad de la franco libanesa Anabelle ha permitido que los payasos repongan un poco las fuerzas.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA

Las trompeta marca la sintonía de despedida al final del último show, pero los acordes seguirán sonando en la memoria de los niños hasta la próxima actuación. Es hora de recoger, pensar y buscar la ducha añorada. Oriol enciende su ipod desgastado por el trajín de cada viaje.
 LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA
La música inunda de nuevo una diáfana habitación de hotel.  Oriol contempla las últimas pinceladas del día tras la ventana mientras que el resto cae por el agotamiento. Cuesta mantener los ojos abiertos.
LEBANON SMILES AGAIN. CLOWNS WITHOUT BORDERS. DIEGO IBARRA

30 de abril de 2012

Éxodo: camino a Jalozai



Unas chanclas marcadas por la aspereza del camino asoman desde lo alto de una furgoneta. Atrás queda lo que una vez fue llamado un hogar, borrado a golpe de espada por la guerra de Pakistán contra el terrorismo El inicio de una nueva operación militar en la región tribal de Bara ha propiciado el éxodo masivo de casi 200.000 personas que huyen despavoridas ante los estragos del ejército y la insurgencia.
Si bien la operación intenta acabar con los bastiones insurgentes en las zonas montañosas, los habitantes de la zona tribal no esperan a ver cómo sus casas son destruidas por la batalla. Al igual que los desplazados afganos llegaron en la década de los 80 tras la invasión soviética en busca de un lugar seguro, ahora son los paquistaníes que huyen de su propio hogar…
Un río de desplazados satura las arterias del campamento de Jalozai, uno de los mayores centros de refugiados de Asia y ubicado a las afueras de Peshawar, en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa. Las furgonetas cargadas con pertenencias golpean las afueras del campamento mientras los desplazados se aferran en conseguir las escasas ayudas internacionales.
El sol no da tregua a las duras facciones que pueblan las largas colas que esperan poder registrarse para optar a las ayudas ofrecidas por las agencias humanitarias. Las sábanas, tiendas de campaña y ayudas sanitarias que brindan los organismos internacionales se pierden entre las interminables filas que dibujan en el horizonte sinuosas serpientes.
No hay nombres. Sólo testimonios que se repiten cíclicamente en cada esquina… El miedo a las represalias de los talibanes aleja a los desplazados que huyen de las cámaras temerosos a las preguntas, mientras su indignación crece ante lo que ellos consideran escasas ayudas. 

“ Nos dan comida pero ni los pájaros las quieren. Nos dicen que nos quieren ayudar pero llevo 3 días esperando poder registrarme”, explica un desplazado que se ampara en el anonimato.

Quizás, ante estos sentimientos, los desplazados deciden buscar cobijo a las afueras del campamento en los alrededores de Peshawar. Las casa de los familiares y amigos se muestran más confortables que las prestaciones que ofrecen las organizaciones humanitarias.
Una densa nube de humo se vislumbra entre el océano de tiendas de campaña que pueblan los nuevos sectores del campamento. Una avalancha de gente abriga las lágrimas de una familia que ha visto cómo todas sus pertenencias han quedado calcinadas por el fuego.
“Apenas podemos vivir correctamente. No tenemos espacio ni facilidades. Acabamos de perder todo lo que teníamos”, explica un desplazado que ha visto cómo las llamas han devorado todo lo que tenía.

Ante la nueva oleada de desplazados, las agencias humanitarias ven con preocupación los nuevos focos de enfermedades. La región de Bara ha estado aislada durante años de las vacunas y la amenaza del polio y el sarampión podría causar estragos.


Fuentes oficiales de la  Organización Mundial de la Salud (OMS) alertan del peligro inminente:“Pakistán podría hacer frente a una nueva pandemia. Intentamos brindar a los nuevos desplazados vacunas y medicamentos pero muchos se resisten a aceptarlas. Tras el escándalo de la falsa campaña de vacunación de Polio que el doctor Afridi llevó a cabo para identificar el ADN de Osama Bin Laden, en muchas zonas de Pakistán están rechazando las vacunas. Nos ven como a enemigos o trabajadores de la CIA”, explica un trabajador de la OMS.

Una vez más, la guerra contra el terror ha vuelto a poner de manifiesto las consecuencias sobre una población civil cansada de ser la primera víctima de este conflicto.

Una guerra que continua desangrando a la estoica población paquistaní.