Un río de coches dibuja en las esquinas de la Universidad de Bellas Artes siluetas de pago de clientes furtivos. El sonido de unas cadenas rotas, impuestas por el género las separa del resto de prostitutas. Dispares identidades sexuales atrapadas en cuerpos ajenos cuestionan los roles tradicionales del binomio hombre-mujer.
Tildadas de disfóricos por la Ley de Identidad de género, un grupo de transexuales comparten la calle con el resto de prostitutas. En pocos minutos, la marea de estudiantes que transitan la calle Pablo Gargallo se sustituye por un incesante ir y venir de luces motorizadas que se refugian en el anonimato que les brinda la noche.Samantha empieza a prepararse. Queda poco para salir a la calle. La barra de labios se desliza mientras el espejo deja entrever una historia dilatada en el tiempo. Sus recias manos sujetan firmemente un bolso de cuero y observa meticulosamente que no haya nada sin recoger, apaga las velas, acaba de cargar su mp3 y se cerciora que no olvide nada.
A los trece años decidió abandonar Barranquilla, Colombia, rumbo a Bogotá para probar suerte en la calle. “Mi nombre nació en la cárcel rodeada de transexuales. No podía imaginar que a los pocos segundos de estar en la ciudad aparecería la policía y se nos llevarían al cuartelillo
Psicóloga social, ha dedicado su vida a la lucha por los derechos de las trans: “El trans se nace y no se hace. Vivimos en una sociedad en la que desde que nacemos te ajustan un rol de género, te clasifican y una vez eso, es inamovible. Pero te das cuenta que no es esa vida la que quieres. Hay mujeres que les gusta la prostitución. Los medios de comunicación y la mayor parte de la sociedad lo enfoca hacia un mundo sórdido lleno de drogas, vicio y perdición…." explica Samantha
Tildadas de disfóricos por la Ley de Identidad de género, un grupo de transexuales comparten la calle con el resto de prostitutas. En pocos minutos, la marea de estudiantes que transitan la calle Pablo Gargallo se sustituye por un incesante ir y venir de luces motorizadas que se refugian en el anonimato que les brinda la noche.Samantha empieza a prepararse. Queda poco para salir a la calle. La barra de labios se desliza mientras el espejo deja entrever una historia dilatada en el tiempo. Sus recias manos sujetan firmemente un bolso de cuero y observa meticulosamente que no haya nada sin recoger, apaga las velas, acaba de cargar su mp3 y se cerciora que no olvide nada.
A los trece años decidió abandonar Barranquilla, Colombia, rumbo a Bogotá para probar suerte en la calle. “Mi nombre nació en la cárcel rodeada de transexuales. No podía imaginar que a los pocos segundos de estar en la ciudad aparecería la policía y se nos llevarían al cuartelillo
Psicóloga social, ha dedicado su vida a la lucha por los derechos de las trans: “El trans se nace y no se hace. Vivimos en una sociedad en la que desde que nacemos te ajustan un rol de género, te clasifican y una vez eso, es inamovible. Pero te das cuenta que no es esa vida la que quieres. Hay mujeres que les gusta la prostitución. Los medios de comunicación y la mayor parte de la sociedad lo enfoca hacia un mundo sórdido lleno de drogas, vicio y perdición…." explica Samantha
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