Unas manos sujetan una diminuta entrada de cine mientras una linterna de plástico alumbra tímidamente el contorno del papel. Unos murmullos recorren la antigua sala de proyección de Mingora, ubicada en el corazón del Valle de Swat, mientras resiste estoicamente a los continuos envites que intentan acabar con el último cine de lo que una vez fue conocida como los Alpes paquistaníes.

Uno tras otro recuerdan la etapa dorada de Lollywood, el cine paquistaní, ahora en declive ante la falta de ayudas del gobierno y el encarecimiento de los costes de producción.
Si bien la década dorada del cine paquistaní tuvo su máximo esplendor en los sesentas, la llegada de los DVD, televisiones digitales y los dos años y medio de oscurantismo talibán que gobernaron el Valle bajo el férreo mandato del Mulá FM, han dejado a la última sala de cine en estado comatoso. Un eterno bucle que sueña con repetir su particular “Cinema Paradiso”
Una pequeña sala tímidamente alumbrada alberga las maquinas de proyección. Cintas, bobinas, una silla que cojea y un antiguo baúl impregnan la habitación con el aroma de los rollos de celuloide.

“Tras la llegada del Mulá FM tuve que huir de Mingora. Me amenazaron en repetidas ocasiones. Estaba asustado y decidí desplazarme a Mardan poco después de ver cómo los talibanes habían plantado en la plaza del pueblo estacas con cabezas decapitadas” explica recordando la pesadilla y añade, “ahora la normalidad ha vuelto al Valle y sobrevivo con 8.000 rupias al mes ( 70 euros)
Mientras el joven Usman prepara las cintas para la sesión de la tarde, en una pequeña sala arrinconada Fazhal Ghahi, de 60 años, prepara los tickets de entrada. En una angosta habitación tímidamente iluminada por una bombilla recuenta la recaudación de la semana. Lleva 42 años trabajando en el cine. Y al igual que su compañero, tuvo que huir con la llegada de los talibanes a la pequeña localidad de Mardan.

Un goteo pausado de visitantes va ocupando poco a poco los asientos envejecidos por el tiempo de la sala de cine. Los más jóvenes se refugian en las zonas más oscuras para fumar a sus anchas.

Con la llegada del formato digital, las calles están repletas de establecimientos que ofrecen películas a menos de un euro. No obstante, y pese al goteo de espectadores, el cine durante el viernes sigue siendo una cita ineludible para los habitantes de Swat que esperan ansiosos las películas pasthunas repletas de tiros, bailes y amores shakesperianos.
Las luces del cinemascope dejan entrever las miradas de los espectadores que conviven con la estoica sala del antiguo cine. Y como un bastión obstinado que se niega a desaparecer, continúa cobijando a los curiosos del celuloide.
9 comentarios:
Excelente! ...de cine, sobre cine y todo simplemente sobre personas reales y vivas. Extraordinario recorrido con fotos bellísimas... a lo Rembrandt! Bravo, Diego! (Estuve en el valle del Swatt hace... unos 30 añitos, en tiempos del presidente Zia Ul Haq...)
Qué bueno DIego. COmo siempre. Un fuerte abrazo, compa.
Me parece estar allí viendo tus fotos. Un abrazo. María José Agejas
me hiciste acordar de cuando fui al cine en Peshawar.. fumeteo a tope, peli surrealista y, antes de empezar la proyección, chavalines pashtunes muy jóvenes subiéndose frente a la pantalla para hacer bailes sexy.. los mayores les arrojaban billetes.. un rollo pedófilo descarado asumido con la mayor naturalidad del mundo.
Un sitio encantador, disfrútalo antes de que el progreso se lo lleve por delante
Que buen reportaje. Una pasión el cine.
Visita mi blog en la sección de cine:
http://cineparausarelcerebro.blogspot.com/
Te he descubierto por tus maravillosas fotos en Liberation.
Me han tocado.
Grácias y felicidades.
si las fotos se pudieran comer estas estarían deliciosas!
que buena fotografía, me encanta tu entrada saludos
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