La muerte del cabo Cristo Ancor Cabello, fallecido hace unas semanas a causa de la explosión de una mina cuando conducía un vehículo blindado en Afganistán eleva a 88 el número de militares españoles que pierden la vida en suelo afgano y aviva el debate de la presencia de las tropas en un país que arrastra 30 años de Guerra. Misión humanitaria o guerra abierta contra los talibanes. Durante los últimos 8 años se han desplegado 13.000 soldados españoles. El relevo en el mando en el aeropuerto de Kabul, capitaneado por el contingente español durante los próximos 7 meses añade más protagonismo a la participación del Estado Español en el conflictivo y desestabilizado país centroasiático.
A escasos kilómetros de la base española desplegada en Herat, los habitantes de Siyawshan, en el polvoriento distrito de Gozara, miran con preocupación la carretera de tierra que hilvana las localidades, hasta hace unos pocos días controlada por el líder insurgente, Gholam Reza Yahya, el cerebro del atentado perpetrado contra el cabo Cristo Ancor Cabello.
A pesar que el ejército de EEUU, hace tres meses, puso precio a su cabeza, con una nada despreciable recompensa de unos 70.000 euros - el sueldo de un afgano no llega a los 5 euros diarios - no fue hasta la muerte del cabo español cuando el ISAF decidió, junto con el ejército afgano, poner fin al terror que este señor de la guerra tayiko, y ex gobernador de Gozara, había sembrado por la zona junto con sus 250 hombres durante meses, “En una ocasión, un hombre se negó a obedecer sus ordenes y Bahsir le cortó la oreja y la colgó en la puerta de su vivienda, como señal de advertencia para el resto”, recuerda un aldeano de tez blanca mientras unos soldados del ejército afgano hace guardia subidos en el tejado de su casa de adobe. A escasos metros, el esqueleto inerte de un vehículo military calcinado recuerda que nunca hay que bajar la guardia.
La población es consciente de que la amenaza todavía no ha acabado, y desvían sus temores hacia el cuñado de Gholam Reza Yahya, Bashir. Actualemente confinado en una prisión de Kabul. “Bashir era un hombre muy peligroso y despiadado. Dirigía los secuestros de miembros de las Fuerzas de seguridad afganas y enviaba a sus hombres a perpetrar atentados, explica el coronel Gholam Shahid, jefe de operaciones en Gozara que añade que la operación para acabar con él no hubiera sido posible sin la ayuda de ISAF. “ En la ofensiva murieron veinte guerrilleros y otra docena fueron arrestados. Fue necesario el apoyo de los helicópteros militares de la ISAF” explica mientras el polvo que levanta el camino por el viento golpea la base militar parapetada por el eco de una explanada que parece conducir hacia la nada. A pesar de las labores humanitarias y de reconstrucción que desempeña el ejército español desplegado en suelo afgano, Afganistán arrastra treinta años de guerra y los ataques y los enfrentamientos resultan inevitables para las tropas. En lo que va de año, los españoles se han visto involucrados en una ofensiva y han tenido que hacer frente a dos ataques. "Hay que diferenciar zona de guerra, que no es misión de paz, y misión de paz en una zona de guerra" soldado español destinado en Herat
El pasado dos de mayo tuvieron que hacer frente a dos ataques de la insurgencia mientras facilitaban apoyo al ejército afgano. Mientras que en agosto, en repetidas ocasiones, varios proyectiles impactaron en la base de Herat, sin ocasionar ningún daño. "Los españoles están bien vistos por la población local. Reconstruyen casas, donan material a los colegios y proporcionan seguridad a la zona, explica un miembro del ISAF destinado en la base española que prefiere permanecer en el anonimato. "Pero a pesar de la ayuda, no se debe olvidar la tensión que existe. Estamos en guerra. Y cuando atacan a las tropas españolas, éstas tiene que repeler las ofensivas con el uso de las armas".
El hermetismo mediático que impone el Ministerio de Asuntos Exteriores español sobre la realidad de las tropas desplegadas en la zona y la falta de transparencia reflejada en la denegación de los permisos para poder informar sobre lo que pasa en la base de Herat, enturbia la labor humanitaria, de reconstrucción y formación que están llevando a cabo en la zona y en el campo de entrenamiento de la policía y ejército afgano, conocido militarmete como Camp Stone, donde 52 instructores españoles preparan a unos 700 reclutas locales.
El debate abierto y punzante en la arena de la opinión pública sobre el envío de más soldados españoles a una zona de conflicto acompaña el recuerdo de la herencia bélica que el gobierno socialista está edificando desde su llegada al poder. Si bien, la última operación israelita contra el pueblo palestino, bautizada como Plomo Fundido, utilizó armas facilitadas por España, con el paso del tiempo el país ha ido escalando y afianzando su posición aventajada en el ranking de principales exportadores de armas. Desde hace unos días, y durante los próximos siete meses, el aeropuerto de la capital afgana estará bajo la supervisión de las fuerzas españolas. Contingente ampliado hasta 1.298 militares, lo que la sitúa la participación de España como la más numerosa seguida de la de Líbano.
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